Sr. San Jose


Y San José respondió…
Por: José Enrique García Sánchez

A Monseñor Puente no le gusta pedir dinero.

De hecho, ese código auto impuesto tiene rango de prohibición para los integrantes de la congregación.

Solo se atreve a hacerlo con alguien, a quien le pide incesantemente. Incluso pide ayuda de la comunidad para “echarle montón”.

Se trata de San José, a quien han adoptado como el patrono de la congregación.

La frase: “!Señor San José, ayuda a Monseñor!”, se ha convertido en una letanía infaltable al término de cada homilía. Una tras otra, 10 veces, esa petición-súplica colectiva es elevada hasta lo más alto.

Con 40 bocas que alimentar, e igual numero de personas que vestir y educar, un templo y una biblioteca en proceso de construcción, y recibos de servicios que cubrir, el padre Puente acusa frecuentemente los efectos de la presión que eso significa.

En este mundo el asume la responsabilidad de un padre frente a la familia que encabeza, pero a su vez recurre a San José como cabeza que fue de la sagrada familia, para pedir su auxilio. En términos prácticos se la pasa a San José rogando y con el mazo dando.

Llevar la palabra a los tijuanenses a través de su programa de radio, que cada jueves se transmite de 7 a 9 p.m. por la estación 10.30 de AM, cuesta dinero.

A diferencia de otros sacerdotes, el no recibe un salario de la Diócesis, y menos un seguro de gastos médicos, y la limosna de la feligresía, -que mucho ayuda-, es insuficiente.

Pese a ello, Monseñor no se limita ni se detiene. Su agenda incluye proyectos y más proyectos, y todos ellos muy ambiciosos. Su urgencia por convertirlos en realidad es tan evidente, que no quiere perder un minuto. Eso explica el hecho de que sus jornadas inician de madrugada y no pocas veces terminan de madrugada.

Pero siempre ocurre lo mismo.

Aún en los días más aciagos, cuando incluso no hay alimento alguno en la alacena, o la Comisión Federal de Electricidad está a punto de cortar el servicio, la respuesta invariablemente llega, en especie o en efectivo, en el momento justo.




Oportuno llega el apoyo de la comunidad para pagar un recibo, las colegiaturas de los niños del orfanato, o las velas para el altar.

La generosidad de la población permite que la congregación continúe su tarea de servicio a los más pobres, a veces con alimento o medicina, y más importante aún, con la propagación de los valores cristianos de conformidad con el rito antiguo de la Iglesia Católica.

Para Monseñor Puente y sus religiosas eso ya no es sorpresa. Refirma una convicción que crece con el paso del tiempo, la de que San José escucha las plegarias.

Los resultados están a la vista, y Monseñor no pierde oportunidad de compartirlos detalladamente con la comunidad.

La respuesta de San José llega de muchas maneras.

A veces anónimamente, a veces en forma de mano de obra, y otras más, como producto de tareas realizadas por grupos de laicos comprometidos como Alfa Omega, que organizan desayunos-conferencia donde lo recabado tiene un destinatario: Las Religiosas Ecuménicas de Guadalupe.

Así llegó a ellos cuando una persona puso en sus manos la posibilidad de explotar un manantial de agua pura y calidad certificada, que venden tras embotellar en su modesta pero higiénica planta, ubicada en la Sierra de La Rumorosa, donde además tienen otro convento.

De la misma forma se hace presente a través de familias como la formada por Porfirio Landeros y su esposa Carmelita, a quienes se debe el embellecimiento del altar con enormes cuadros, grandes figuras de santos, y tareas complementarias. Y la lista sigue…

Todo suma, todo cuenta a favor del gran proyecto que los congrega. Hasta los honorarios que Monseñor recibe periódicamente por el servicio de traductor en importantes eventos eclesiásticos efectuados en Estados Unidos.

Si el quisiera podría ganar más, pero ha preferido rechazar ofertas de impartir cátedra en universidades norteamericanas, siendo como es, Doctor en teología, experto en derecho canónico, y conocedor de más de 20 idiomas y dialectos entre lenguas vivas y muertas. “Aquí es donde quiero servir, aquí en mi ciudad es donde más hace falta la palabra de Dios”, responde.

Por ello, Monseñor y sus religiosas vuelven a la carga una y otra vez, con fe, con pasión, todos los días: “¡Señor San José, ayuda a Monseñor!”……