La Congregación



25 Años Después…


Por: José Enrique García Sánchez


Son las 5:30 de la mañana en el corazón del fraccionamiento Murúa.

Disciplinadas, en silencio, casi una veintena de hermanas se levantan para cumplir la primera de sus múltiples tareas cotidianas: rezar.

A unos ocho kilómetros, en el poblado de La Gloria, otras cuatro hermanas ya hicieron lo propio media hora antes, y se preparan para enviar a sus aproximadamente 20 hijos a la escuela, después de haberlos bañado, vestido y alimentado.

Así comienza un día típico en la vida de las Religiosas Ecuménicas de Guadalupe, que este mes de mayo celebran un cuarto de siglo de haber nacido a la vida como una congregación atípica, única en México.

Sin embargo, para su fundador, Monseñor Isidro Puente Ochoa, esos 25 años de existencia, apenas constituyen las bases, el cimiento del proyecto. “Realmente esto es apenas el principio de lo que queremos hacer”, dice.

Fue a su regreso de Roma después de haberse ordenado sacerdote, que maduró la idea de crear la congregación, preocupado en parte por las religiosas que por diversas razones salían de otras órdenes.

Se dio a la tarea de iniciarla en 1984 pero el gusto duró poco. Luego de un accidentado arranque y una pausa, finalmente logró el objetivo en 1985. En todo ese proceso siempre estuvo presente su madre, Evangelina Ochoa Chapula, una maestra que contribuyó a la fundación de la Universidad de Colima, y que desempeñó un papel central en la existencia de Ecuménicas de Guadalupe.

“Empezamos prácticamente a contracorriente, y con muchos obstáculos, sin recursos, pero decidimos que así debía ser. Dijimos entonces que si a pesar de todo eso el proyecto funcionaba sabríamos que era la voluntad de Dios que así ocurriera”.

Antes de eso, Monseñor y su madre se acercaron a otras congregaciones para conocer su experiencia en la operación de las mismas, sus reglamentos, objetivos y resultados.

Evangelina Ochoa se convirtió entonces en la maestra de las jóvenes mujeres que ingresaron a la congregación. Diseñó sus hábitos y les enseñó cuanto sabía no solamente en el campo académico sino sobre la vida misma.

Poco a poco el proyecto fue creciendo, evolucionando. Lo que comenzó con responsabilidades y compromisos sencillos como la catequesis, se transformó en un plan de estudios cuyo diseño tomó 14 años.

A la fecha, cada religiosa cursa un plan de 13 años en cuatro etapas antes de entrar a la Universidad. El primero incluye estudios de primaria hasta preparatoria pero con enfoque católico. Luego estudian una licenciatura eclesiástica consistente en el aprendizaje de Filosofía y Letras, para lo cual se usan los textos clásicos en sus lenguas originales.

La tercera etapa son estudios de Filosofía Escolástica, por los que reciben el grado de Maestría, y finalmente, la carrera de Teología Escolástica, que tiene nivel de doctorado.

Conocido por la firmeza de sus convicciones, Monseñor Puente Ochoa no vacila en auto identificarse como conservador y tradicionalista, y esta visión no está exenta incluso de la autocrítica, y el cuestionamiento hacia la misma iglesia que tanto ama y le preocupa.

Por eso no duda en afirmar que las Religiosas Ecuménicas de Guadalupe tendrán como objetivo principal, prepararse tanto como un sacerdote diocesano, para cualquier tipo de apostolado, capaces de resolver problemas desde sicológicos hasta doctrinarios, “Serán reparadoras universales, doctoras del corazón de la iglesia”.

Lo que sea que hagan en el futuro deberán hacerlo muy bien, pero además gratuitamente, lo mismo si operan un hospital que un centro educativo.

“Esta congregación nació de una crisis en la iglesia, nació para poner las cosas en su lugar. La iglesia está muy mal, y esto lo han provocado los hombres, los sacerdotes, no los feligreses”.

A este panorama opone el ideal de Iglesia que pretende ayudar a construir, mediante la formación de futuros sacerdotes y religiosas. Su estándar es muy alto: Los sacerdotes deben prepararse para convertirse en Papa, y las religiosas como si fueran a ser la Madre Superiora de la congregación, así de simple.

“Para ser la esposa de Cristo tienen que ser las mujeres más preparadas. Solo así lo entenderán mejor y cumplirán mejor su misión”.

Defensor de la iglesia tradicional, y de los preceptos plasmados en el Concilio Vaticano II, Monseñor Puente fue uno de los primeros en obedecer el ordenamiento del Papa Benedicto XVI para retomar por ejemplo, el rito tradicional.

En sus misas los hombres se sientan de un lado y las mujeres del otro. Las damas deben cubrirse la cabeza. Ahí no hay nada de “cantitos” modernos y estridencia musical, mucho menos desorden cuando llega el momento de darse la paz.

En esas misas llamadas Tridentinas, donde se canta en latín, el sacerdote oficia de espaldas a la comunidad porque junto con ella y a nombre de ella hace sus ofrendas a Dios, que se encuentra en el altar.

Los mensajes de Monseñor Puente, que usualmente son vigorosos y enfáticos, no admiten medias tintas ni posiciones ambivalentes: O se es católico o no se es, o se cumplen los mandamientos católicos o no se cumplen.

Siendo un ministro de la iglesia que habla más de 20 idiomas, comenzó por casa. No es casualidad que la jornada diaria de las Religiosas Ecuménicas de Guadalupe, incluya clases de latín, hebreo, arameo, copto, italiano, inglés y griego.

Dos de ellas cursaron ya la carrera de derecho.

Intensa, es quizá la palabra que mejor describe la rutina de las hermanas. Una de ellas se encarga de las cuestiones administrativas, otra del cuidado y mantenimiento de los pocos y modestos vehículos con que cuentan, otra más es la responsable de los equipos y sistemas de computación,

Tienen la delicadeza y ternura propias de su condición de mujer, que enmarcan en una sonrisa permanente, sin embargo también saben de los rudos detalles de una obra, la compra de materiales y tareas de construcción.

La delicadeza no está reñida con la energía cuando se trata de impartir catecismo a los niños de la zona que cada sábado llegan a su convento para ser educados en la fe católica.

Con la misma destreza han aprendido a editar el audio y video de todas las conferencias y homilías de Monseñor, que ponen al alcance de la feligresía.

Igualmente operan el equipo de video con que transmiten estos eventos a través de su portal de Internet, así como la señal permanente del Santísimo Sacramento disponible a través de la red de redes.

El área de música también tiene una titular, quien además se ocupa de coordinar todo lo que se fotocopia, pega, cose, empasta y se convierte en tomos de una colección de 50 enormes títulos sobre los clásicos del conocimiento humano occidental. Una característica los convierte en extraordinarios, la de que se trata de textos escritos en sus lenguas originales.

Toda obra de dominio público, y sin conflicto en materia de derechos de autor, está ahí. Es el resultado de horas y horas robadas al sueño por Monseñor Puente, quien ha tenido que aprender lo necesario sobre computación e Internet, a fin de hurgar en las más recónditas bibliotecas virtuales del mundo, empezando por las de El Vaticano.

Además de la enorme biblioteca virtual, la biblioteca física tiene una cantidad de volúmenes superior a la de cualquier universidad pública o privada de la ciudad. Para ordenarla han diseñado un sistema único a partir de los dos modelos más comunes utilizados para la clasificación de los libros.

Esta monumental obra, asegura, será para todos aquellos seminarios y Diócesis que así lo deseen. Los primeros tomos, desde luego, ya están en manos del arzobispo Rafael Romo Muñoz.

Pero las religiosas no paran, cada una se multiplica por dos o tres para cumplir con tantas tareas: lavar ropa, preparar alimentos, hacer el aseo del convento y la enorme carpa que desde hace meses funciona como iglesia en tanto se termina el edificio de material.

Aún con la ayuda de algunos laicos comprometidos, que colaboran en la venta de artículos religiosos, la realización de alguna kermés u otras actividades, las religiosas deben darse tiempo para aprender la parte sustancial de su misión: dominar todos los detalles propios de la liturgia, y profundizar su conocimiento sobre el catolicismo, sus aspectos históricos y espirituales.

La tarea material no se limita al convento en el fraccionamiento Murúa. Las hermanas Jovita, Hermila, Dominga y Maria Luisa, atienden el orfanato que desde hace casi cinco años se abrió en La Gloria. En este momento la cifra de niños llega apenas a la veintena pero ha superado los 50.

Para esa cantidad de criaturas lavan, planchan y cocinan. Lo mismo son sus madres que enfermeras, e igual corren para llevarlos a las escuelas. Los hay desde 2 hasta 12 o 13 años, y apenas comienzan a tener uso de razón y aprenden a expresarse, sus primeras palabras son para pronunciar una oración.

Son juguetones, inquietos y hasta rebeldes como cualquier otro, pero cuando llega la hora de misa, cantan en latín como los feligreses, aprenden el rosario, participan como acólitos, y atienden diferentes responsabilidades como parte de su aprendizaje y formación.

La mano enérgica que corrige, siempre está ahí, pero lo que mejor define el trato que reciben, es la palabra amor.

Esos niños son para las Ecuménicas de Guadalupe un gran proyecto, pero por si solo, cada niño es un proyecto de vida que cuidan con esmero, con trato personalizado.

No es todo. La congregación tiene en sus manos la formación de varios jóvenes con vocación sacerdotal. Son preparados espiritual e intelectualmente para ingresar después al seminario diocesano.

Cuando el día está a punto de concluir y la población se prepara para dormir, las religiosas todavía estarán turnándose a lo largo de la noche para la jornada de adoración al santísimo, que se transmite las 24 horas vía Internet.

Ante el estarán rezando por los enfermos, por la paz de Tijuana, y por la salud física y espiritual de la comunidad que regularmente acude a los servicios religiosos ofrecidos en la iglesia Jesús Adolescente.

Las veladoras que alumbran la pequeña capilla privada donde esto ocurre, mantienen viva la llama espiritual que sostiene no solamente a la congregación.

Su resplandor alcanza a la ciudad entera.

Hoy, 25 años después, Monseñor Puente no oculta su orgullo y satisfacción por los logros alcanzados, aún cuando el camino por transitar todavía es largo.

Su madre, la maestra Evangelina Ochoa, no podría estar más de acuerdo.

La que fuera guía e inspiración de las jóvenes religiosas falleció el año pasado, pero su espíritu continua presente en cada peldaño que ellas recorren rumbo a su perfección.